La noche trepa por la cúpula celeste,
siento el calor del fuego extenderse
desde las cenizas hasta la copa de los árboles,
suspendida en su abrazo escucho el llamado,
adentro!
mi interior se contrae,
percibo el tintineo del viento
susurros,
ecos de otros que en esta tierra trazaron un camino,
las ramas chocan unas con otras
en el cielo las estrellas brillan como caricias de luz a mis pupilas,
el espíritu sigue cantando.
La luna juega con mis párpados
su luz abre mis venas,
respiro al compás de su vértigo,
ilumina mi cuerpo
mi ser perdurable,
mi voracidad.
Respiro,
el sabor a madera quemada inunda mis sentidos,
siento en mis pies el latir de la tierra
me vuelvo instrumento melódico
sonando al ritmo de sus vibraciones,
me convierto en extensión de raíces,
en mujer corazón de obsidiana.
Mi piel siente la caricia de la vida
abro los ojos,
conozco el camino de vuelta
ya he transitado por aquí,
mis ancestros dejaron huellas de su imperecedero andar,
en mi sangre llevo grabado el mapa
del interior que late y arde en los ombligos color tierra,
en los atardeceres rizados del campo
en las trágicas y tan dulces noches de la costa,
las serpientes son sagradas dicen,
los nahuales salen de noche
una buena sobada todo lo cura
y nunca,
nunca vayas sola por los callejones.
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