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3.8.11

Áirea

Aprisiono con placer los roces

de esos dedos volátiles
que provocan que mi corteza
se desprenda
caiga enroscada
se desdoble
y se desconozca.

Bebo las gotas guardadas
de esa lluvia ácida
que se vertía entre las hojas y su cuerpo,
la nada y el silencio,
su cabello y el tiempo
el viento, el agua espesa…
abismos escurrían por la piel
devoraban todo,
(había fuego al final del camino
había unos labios esperando que me volviera agua para beberme).

Floto sobre añicos de estrellas
con las pupilas cristalizadas, vestidas de espejo
y el reflejo mío
(tan palido cuerpo, tan nocturno y leve,
perfumado de delirio
como sostenido por el aire,
a punto de extinguirse
entre líquidas amapolas).

Me deslizo entre el caos,
encuentro el tejido
suave trama, lienzo voraz
me dispongo lentamente a cortar los hilos
las agujas entrelazadas caen
los filamentos se retuercen entre mis manos
y se clavan en la piel
siento su andar en la sangre.

Percibo el derrumbe de la luz
la tibieza de mi falda resbala
adormecida besa el suelo,
me nombro
me sueño y bailo entre artefactos sonámbulos
palabras lilas
diluvios de incienso,
remansos de interminables arrullos
llueven.

Ausente y traslúcida
la nocturna Otra
traga su norte y poniente
bebe el olor azul de "ese lugar"
se duerme sobre su noche mística
y se cubre con el fuego
de la vela que devora las sombras,
muta, arde, agoniza, quema, arde.